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Con Sello Propio

Arq. Diego Montero

Nacido en Buenos Aires, Diego Montero conoció las playas de Punta del Este durante sus veraneos, sin imaginar que un día llegaría a marcar el estilo de numerosas casas de esa ciudad. En la década de los 80 fue cuando, como arquitecto recibido, realizó algunas obras dispersas en la costa esteña. Aunque se trataba de construcciones pequeñas, su sentido del savoir vivre era notorio en sus creaciones, que de a poco sumaron adeptos. Con el tiempo, Montero se instaló junto a su familia en Manantiales, y luego se mudaron a José Ignacio. Su estilo se luce en sus edificaciones, ubicadas mayormente en la franja que va desde el puente de La Barra hasta José Ignacio.

Entre las obras que funcionaron como motor de arranque para trabajos posteriores se encuentran los emprendimientos del reconocido chef argentino Francis Mallmann. Se trata del restaurante Los Negros, ubicado en José Ignacio y el Hotel Garzón. Las obras de Montero tienen una fuerza única que se refleja en impactantes números: desde los 90 ha construido un promedio de entre diez y quince casas por año. Quizás su arte tenga las raíces en su particular concepto de hogar: “Es un sitio personal, suave, blando; el entorno íntimo de una persona o una familia”, explica. Para él una vivienda debe ser tan cálida como el lugar donde se enciende el fuego, un sitio acorde a la realidad de la persona que lo habita y que sirva para disfrutar cada momento. Comer, dormir, entretenerse y amar son aspectos demasiado importantes, y el espacio para desarrollarlos es clave. Pero para Montero un hogar jamás permanece estático. Por el contrario sufre cambios, tal como quienes lo habitan, y debe reflejar la personalidad de sus dueños. Esto es así porque las casas evolucionan con las personas, y las casas forman parte del “ser” que vive en ellas. “El arquitecto es un intérprete que con su conocimiento y experiencia, traduce lo que le piden y lo convierte en un lugar especial”.

Montero considera que de a poco, desde un pensamiento complejo y contextual, las formas surgen y las piezas toman su lugar. Cada sitio tiene su contexto, topografía, clima, situaciones de privacidad, exposición y vistas; pero cada familia tiene también, su propia forma de sentirse cómoda. Tener esto en cuenta es lo que diferencia y torna única a cada casa que construye. Así, su proceso de trabajo comienza con una visita al terreno. Allí observa detenidamente lo que parece obvio aunque no lo sea; y entonces se fija en la dirección del sol, los vientos, las vistas, la vegetación, y también los vecinos. En su cabeza es importante comprender qué fue lo que les gustó a las personas para plasmarlo en el diseño. Algunos valoran los árboles, otros la vista, y hay quienes desean resaltar la topografía. Luego comienza su arte y su desafío: combinar los factores sin que pierdan su gracia. El objetivo es el de potenciar el atractivo que ofrece el terreno sin estropearlo con la casa. “La casa debe surgir del terreno, estar encajada en él”, sostiene.

Las construcciones de Montero respetan estos principios y se acomodan al lugar con extrema gracia. Así, por ejemplo, tuvo que aplicar sus ideas para diseñar una vivienda en un terreno muy complejo: “Había unos valles que descendían de la meseta a la playa, entonces evité construir sobre la meseta. La vista era lo mejor del terreno, por eso tomé la decisión de hundir la casa en las erosiones como si se tratara de un barco encallado, con vistas a través del cañón. A su vez, permanece al resguardo de los vecinos. Parece estar completamente aislada, esa es la sensación primordial”. A Montero, el trabajo de arquitecto le exige la realización de todo tipo de construcciones; a veces incluye mobiliario, luminarias, interiores y jardines. Casas, tiendas, microcines, posadas, librerías, hoteles y panaderías son sólo algunas obras de una larga lista. A la hora de elegir los materiales, tiene en cuenta factores como la luz, el trabajo de los obreros, el clima, y la lógica propia que éstos tienen por su peso y durabilidad. Desde su mirada, todas las formas son valederas si se las utiliza como corresponde. Aunque es ampliamente reconocido en Uruguay, Montero también ha dejado su marca en Villa la Angostura (Argentina), Huilipilún (Chile), Mozambique, Fiji, Madrid, Ibiza y Mallorca.

www.diegomontero.com